Con la llegada del verano y el calor, no falla, los despropósitos en el atuendo masculino se disparan. Siempre ocurre lo mismo, y si a ello sumamos, la tendencia imparable de sacrificar estética por confort, que se ha visto desgraciadamente acrecentada por la pandemia y el confinamiento, el panorama es realmente desolador.
Chanclas o sandalias por el asfalto de las ciudades, camisetas de tirantes, calcetines con bermudas, camisas desabrochadas hasta el ombligo… son sólo algunos de los más aberrantes y llamativos desatinos con los que convivimos todos los veranos.
Pero dejando a un lado todas estas atrocidades estéticas, en el período estival sucede algo más que a veces puede pasar más desapercibido. La importancia del contexto o de la ocasión no se puede ni obviar ni subestimar, por mucho calor que haga, porque en el vestir lo es todo. La importancia de graduar la formalidad de las prendas de nuestra vestimenta es fundamental.
Si vas vestido igual a una comida en un chiringuito en la playa que a un restaurante de cierta seriedad, seguro que algo estás haciendo mal. Puedes ir muy bien ataviado para un sitio y en cambio, no ir apropiado para el otro. Unas bermudas visten más que un traje de baño pero no son unos pantalones largos. En verano no todo vale, aunque pueda parecerlo.