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Ben Silver |
El uso de las gafas de sol es evidentemente una opción personal, pero con la llegada de la temporada estival, se convierte prácticamente en casi una obligación para proteger nuestros ojos. Quizás por eso mismo, no se le dé la importancia que verdaderamente merecen.
Se le atribuye a Oscar Wilde la cita: “No hay segunda oportunidad para una primera impresión”. Siempre se ha hecho hincapié en que unos zapatos pueden ser decisivos o definitorios para llevarse por delante el aspecto o vestimenta de un hombre. Iría más allá, una mala elección puede ser demoledora y dejar patente el pésimo gusto de quien los calza. Pues cuidado con las gafas, y en este caso, con las gafas de sol. Sin duda, pueden ser un notable indicador del buen o mal gusto de una persona. De hecho, he de reconocer que seguramente sea uno de los elementos en los que más me fijo en el atuendo de una persona, todavía más en verano.
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Persol |
En mi opinión, las gafas de sol masculinas, salvo contadas excepciones como las clásicas gafas de aviador popularizadas por Ray-Ban, deben huir del metal y apostar por materiales como el acetato o similar. Hoy en día que tenemos a nuestro alcance tal barbaridad de posibilidades y tal rango de precios, una mala decisión debería ser casi delictiva. Ocurre aquí como con los zapatos, muchas pasarán inadvertidas, sin pena ni gloria, pero una mala decisión puede resultar devastadora.