Zapatos Pátina, ¿una opción acertada?

Tradicionalmente, el término pátina se ha empleado en referencia a la particular tonalidad que adquiere la piel y otros objetos con el paso del tiempo y su uso. Pero en el sector del calzado, se le otorga este nombre a una técnica artesanal y artística de coloración del cuero capaz de obtener una rica variedad de tonalidades, reflejos y sombras. De esta forma mediante este laborioso proceso se obtiene un zapato único, no hay otro igual, lo que rodea a este método de una indudable exclusividad.

Lujosas firmas de calzado bespoke como las francesas Berluti o Pierre Corthay han hecho de esta técnica su mejor seña de identidad. Una estética arriesgada que no debe sorprendernos que cuente con mucho predicamento entre el público Italiano, país que cuenta con fabricantes especialistas como Santoni o Stefano Bemer. Algo que resulta incompatible con la sobriedad genuinamente británica de las marcas más tradicionales de Northampton, y no es ninguna casualidad.

Antes que nada, debo dejar claro que no dudo ni un ápice del mérito de la técnica en sí, de su complejidad y sorprendente resultado, que me parece admirable. Pero hay un problema, no estamos ante un lienzo sino ante calzado para hombre. Con el paso del tiempo, la piel de un buen par de zapatos puede adquirir esa pátina o singular tonalidad a la que hacía referencia en el inicio del post, que, sin duda, contribuirá a darles un toque muy especial. Por contraposición, mediante el uso de la Pátina, a mi juicio, se obtiene un resultado extravagante y estridente que quiebra la sobriedad que el buen gusto exige.

Al igual que no puedo concebir un zapato para hombre terminado en punta, por poner un ejemplo evidente, tampoco puedo admitir ese juego de brillos y sombras en mis pies.


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